La llegada de la pandemia trajo consigo muchos cambios. Entre ellos, una nueva forma de actuar a la hora de velar por nuestra salud: las consultas virtuales que impuso el confinamiento, junto con el manejo de aplicaciones para testar síntomas o wearables que monitorizan parámetros relacionados con la salud, están a la orden del día desde entonces. Porque aunque la salud digital no era un concepto totalmente nuevo para la sociedad cuando apareció la COVID-19, hasta ese momento no empezamos a ser realmente conscientes de que la tecnología podría ser una gran aliada para nuestra salud.
Aplicaciones, macrodatos e inteligencia artificial
Los drones que pueden usarse para el transporte de medicinas o los robots que se encargan de la desinfección en espacios con alta carga viral pueden considerarse aplicaciones de salud digital. Sin embargo, posiblemente este tipo de tecnologías desaparecerán cuando llegue el fin de la pandemia.
Por el contrario, otras herramientas que han visto su nacimiento o expansión durante estos meses sí seguirán con nosotros, en opinión de los expertos. Es el caso de aplicaciones móviles relacionadas con autodiagnósticos a partir de síntomas o gadgets que permiten una monitorización continua de parámetros para controlar patologías ya existentes. Aunque si hubiera que apostar por la tecnología que recibirá más atención en el futuro a corto plazo, el desarrollo de los algoritmos que permiten analizar una gran cantidad de datos, hacer correlaciones y ver patrones que de otra forma pasarían desapercibidos estaría en los primeros lugares de la lista. En todo ello juegan un papel protagonista los macrodatos o big data, a los que precisamente esta pandemia ha dado mucha importancia, demostrando que pueden resultar vitales para salvar vidas si se comparten. La razón es que así podemos «tener información real sobre qué está pasando y tomar decisiones basadas en la evidencia, lo que refuerza el mensaje de la necesidad de la ciencia en abierto, colaborativa, transversal y transdisciplinaria», señala Albert Barberà, director del eHealth Center de la UOC y uno de los autores del libro ¿Política confinada? Nuevas tecnologías y toma de decisiones en un contexto de pandemia (Aranzadi).
Sin embargo, aún nos faltan muchos avances por conocer. Como explica Carme Carrion, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC e investigadora del eHealth Center, el marco conceptual de la salud digital ha iniciado su crecimiento exponencial con la pandemia, pero está aún muy lejos de alcanzar su pico. Una buena muestra de ello es la inteligencia artificial (IA).
Cinco retos en salud digital
1. Ampliar el foco de la telemedicina. A pesar de que estas cifras dibujan un escenario donde la salud digital parece casi una recién llegada, no partíamos de cero. Un estudio realizado por la American Medical Association (AMA) entre 2016 y 2019 concluye que durante esos tres años previos a la pandemia, se duplicó la aceptación médica de la atención virtual, que pasó del 14 % al 28 %.
2. Pasar de tratar la enfermedad a prevenirla. La prevención es precisamente un aspecto de la salud digital que, en opinión de los expertos, debemos mejorar. Como explica Albert Barberà, director del primer centro académico de salud digital del sur de Europa, la pandemia ha dejado en evidencia que la promoción de la salud es una asignatura pendiente. «Nos queda camino por recorrer a la hora de poner la salud, y no la enfermedad, en el punto de mira. Tenemos un sistema asistencial muy enfocado en tratar la enfermedad, pero no tanto en prevenirla», señala.
3. Impulsar la formación de profesionales en salud digital. Se prevé que en este campo también se concentrarán esfuerzos, a la vista del impulso que está tomando esta área. Carme Carrion recuerda que se trabajó con gran presión y estrés, especialmente durante las primeras semanas de la pandemia, y que la atención primaria jugó un papel clave mediante la telemedicina. Pero una vez que se retome cierta normalidad, «habrá que seguir implementando las intervenciones digitales que son eficaces y permiten optimizar el trato con los pacientes. Para lograrlo se necesita investigación y formación».
Su opinión coincide con la de Barberà, que afirma que entre las lecciones que nos ha dejado la pandemia, se encuentra el replanteamiento de la forma en que se enseña y prepara a los profesionales de la salud. «Las instituciones de educación superior tienen que convertirse en agentes de cambio para conseguir una salud y un bienestar integrales que lleguen a todo el mundo», afirma. Es una de las razones por las que el eHealth Center ya está trabajando en la capacitación digital de los profesionales de la salud.
4. Garantizar un acceso equitativo. La salud digital ha ayudado a dar un giro al sistema sanitario y ha contribuido a que el enfoque se centre en el ciudadano y haciéndole corresponsable de su salud. La dificultad ahora es cómo integrar las TIC en esa fórmula sin dejar a nadie fuera de ella. «No se puede hacer una transformación y que haya gente que se quede relegada porque no tiene acceso a esa tecnología o porque sus competencias en ese campo son limitadas», advierte Barberà. Lograr la equidad será, por tanto, otro de los retos de los próximos años.
5. Proteger la privacidad de los datos del paciente. Compartir datos de salud implica un reto ético: se trata de un paso necesario pero que se debe afrontar con especial cuidado para seguir protegiendo la privacidad a la que el paciente tiene derecho. En opinión de Barberà, «es necesario un nuevo contrato social para establecer en qué condiciones gestionamos los datos de los ciudadanos, siempre teniendo en cuenta los aspectos éticos».