La preocupación por el cambio climático es, cada vez más, uno de los focos de atención de la industria alimentaria, que ya ha empezado a acusar los efectos de fenómenos como sequías, inundaciones o periodos de extremas temperaturas en la disponibilidad de materias primas. El sector, como el resto de los que integran la estructura económica, no puede permanecer ajeno a esta problemática, que ha centrado las miradas de la comunidad internacional durante la vigesimoquinta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP25, celebrada en Madrid del 2 al 15 de diciembre, tras prolongarse dos sobre la fecha oficial prevista, en busca de un consenso, que no llegó en cuanto a los compromisos nacionales de reducción de las emisiones de carbono.
Ante este desenlace de la Cumbre, el Secretario General de la ONU, António Guterres, expresó su decepción afirmando que “la comunidad internacional perdió una oportunidad importante de mostrar una mayor ambición en la mitigación, adaptación y financiamiento para afrontar la crisis climática”. Si bien, avanzó que “estoy más decidido que nunca a trabajar para que 2020 sea el año en el que todos los países se comprometan a hacer lo que la ciencia nos dice que es necesario para haber neutralizado las emisiones de carbono en 2050 y para no permitir que la temperatura se eleve más de 1,5 grados”.
Freno al cambio climático: eficiencia energética y reutilización, entre las recomendaciones de Ainia
Como centro tecnológico con más de tres décadas de experiencia en contacto con la industria alimentaria Ainia comparte esta inquietud, señalando que “combatir los efectos del cambio climático de manera directa o indirecta, debe ser una prioridad para evitar problemas de seguridad en el aprovisionamiento de materias primas, inestabilidad en los precios, así como en la calidad y seguridad de los productos alimentarios”.
Desde esta perspectiva, insta al sector a actuar de forma proactiva, puesto que “los sistemas de producción de alimentos son en su mayoría grandes emisores de gases de efecto invernadero”. Para servir como guía en esta dinámica, el responsable departamento de Medio Ambiente, Bioenergía e Higiene Industrial de Ainia, Andrés Pascual, propone diez medidas con las que las industrias de alimentación y bebidas pueden contribuir directa o indirectamente en la lucha contra el cambio climático:
- Realizar un aprovisionamiento sostenible de materias primas. Para ello, recomienda seleccionar proveedores que apliquen buenas prácticas ambientales, que contribuyan a una cadena con una menor huella de carbono.
- Reducir la huella de carbono de productos y actividades. Es necesario hacer un cálculo de la huella de carbono tanto de productos como a nivel corporativo, para lo que existen herramientas como el Análisis de Ciclo de Vida (ACV), que permite identificar medidas de reducción del impacto medioambiental. La propia Ainia desarrolla, en el marco del proyecto GreendFoods, soluciones de apoyo a las empresas para reducir las emisiones de CO2. También, en el área del packaging se recomienda el empleo de herramientas de eco-diseño de envases, para facilita la selección de materiales y optimizar sus cantidades, en pro de una reducción del impacto medioambiental.
- Implementar planes de eficiencia energética. La selección de equipos más eficientes energéticamente, aplicación de Mejores Técnicas Disponibles (MTDs), cogeneración y utilización de energías renovables (biomasa, solar fotovoltaica o térmica, etc.) son algunas de las medidas que contribuyen a una mejora en este capítulo. Existen, para ayudar a las empresas en este terreno, iniciativas como los proyectos europeos Trustee o GreendFoods.
- Valorización energética de residuos orgánicos. En este apartado, Ainia propone iniciativas como la instalación de sistemas de digestión anaerobia de aguas residuales de alta carga orgánica, residuos orgánicos, lodos de depuración, etc. para la producción de biogás y autoconsumo en calderas o motores de cogeneración con el que obtener calor y electricidad renovable, o incluso purificación a biometano y uso como biocarburante para el transporte de vehículos. Al respecto subraya que además de su aplicación en grandes empresas, existen soluciones de implementación de sistemas de generación de biogas a pequeña escala para pymes agroalimentarias.
- Optimización del transporte y logística. Las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) pueden verse sensíblemente reducidas mediante la optimización de rutas y redes de distribución de alimentos, lo que se puede potenciar si, además se impulsa el uso de combustibles limpios.
- Reducción del desperdicio alimentario. Es esencial maximizar el aprovechamiento de los recursos con estrategias para alargar la vida útil, ya que las pérdidas y el desperdicio alimentario generan anualmente el 8% de las emisiones de GEI antropogénicas, contribuyendo a las emisiones globales un equivalente al 87% por las derivadas del transporte. La digitalización destinada a optimizar las cadenas de suministro y el control de stocks también puede jugar un papel clave en la reducción del despilfarro.
- Economía circular. El diseño de estrategias de producción con cero residuos a vertedero, con iniciativas como el aporvechamiento de subproductos de la industria alimentaria o el uso de materiales plásticos biodegradables o compostables es una de las grandes apuestas hacia la sostenibilidad.
- Uso eficiente del agua. Para ello, es necesario aplicar conceptos de circularidad en la gestión del agua en la industria, no solo reduciendo su uso mediante procesos productivos optimizados, sino también reutilización los recursos en aguas residuales.
- Bioeconomía. Desarrollo de modelos de aprovechamiento de subproductos con la adopción de alternativas de base biológica y con menor huella de carbono a materiales y productos químicos derivados del petróleo, como los bioplásticos, biocomposites, biolubricantes, biosolventes, biosurfactantes, etc.
- Innovación en el aprovechamiento de CO2. En este apartado, Ainia destaca tres áreas de investigación: absorción de CO2 en cultivos de microalgas que, a su vez, pueden emplearse como ingredientes o como biomasa para nuevos procesos fermentativos; uso de CO2 como sustrato de fermentación en la obtención de compuestos químicos de interés, y utilización de CO2 supercrítico como alternativa a solventes orgánicos en procesos de extracción.